Ésta es la carta de Ana, una de nuestras voluntarias de Cáritas Joven del área Educación, del Programa Familia e Infancia.

(Para salvaguardar la privacidad del niño al que hace referencia en su carta, hemos cambiado su nombre)

Mi nombre es Ana, tengo 16 años y participo como voluntaria en Cáritas dando clases a niños que les cuesta más aprender y no tienen los medios necesarios para poder permitirse una profesora particular.

Empecé en Cáritas como una actividad de clase para subir nota en Religión, y acabé enamorándome de los niños de allí y sin tener en cuenta la puntuación que iba a recibir, que al fin y al cabo me acabó dando igual, ya que solo me importaba que ellos aprendieran y pudieran demostrarle a los demás y a sí mismos que ellos sí podían.

En concreto, me quedo con las sonrisas de un niño… Asim. ¿Quién me iba a decir a mí que una personita tan pequeña me enseñaría tantas cosas?… y es que, hasta en los días más cansados, permanece con su sonrisa permanente, sin despegarse de ella ni un segundo.

Asim es un niño al que le cuesta mucho comprender las cosas, pero aun así trabaja duro para poder hacerlas y si no puede, sigue intentándolo una y otra y otra vez…hasta que al final lo consigue, y aunque a veces no consiga lo que él realmente quiere, no le importa porque sigue adelante sin rechistar por los deberes, ni porque tenga que estudiar ni porque una materia le guste más que la otra… simplemente lo hace, y como siempre… sin perder esa sonrisa tan maravillosa que tiene.

Asim es un niño que se distrae con la primera mosca que pase o con sus dragones invisibles que viven solamente en su mundo, es un niño que cuando no entiende lo que lo que le estás explicando intenta contestarte con lo único que se le ha quedado aunque mezcle conceptos e ideas, es un niño súper risueño que le encanta contarte sus mil y una aventuras que vive día tras día. Asim es tan impaciente y tiene tanta energía que a veces se necesitarían muchos cubos de pegamento solo para poder pegarle a la silla durante unos segundos… por no contar las veces que se le caen las cosas al suelo o las veces que desmonta los bolis y les cambia las tintas una y otra vez.

A veces es tan difícil mantener la paciencia con él… pero es mirarle a los ojos y se me pasa todo. Él es tan fuerte, tan trabajador, tan divertido, tan apasionado y tan bondadoso que a veces soy yo la que da gracias por tener a alguien que me recuerde cada día que nunca hay que rendirse y que, hasta en los momentos más tristes, la sonrisa debe de estar por delante.

Entré en Cáritas para poder enseñar a niños y ellos han sido los que han acabado enseñándome a mí y es que no hay día que no salga de allí con algo nuevo aprendido, porque hasta mis días más malos, se vuelven llevaderos al ver tanta gratitud reflejada en cada uno de ellos.